Sabemos que “A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él” (Lucas 12:48), pero nos haremos a un lado y dejaremos que a otro se le llame fiel, si éste es el tipo de sacrificio necesario. Sin embargo, no podemos alejarnos mucho al hacernos a un lado. Tenemos en común con Abraham más de lo que podríamos pensar.
Nuestras pruebas más profundas involucran a aquellos que no son los más queridos. Cada uno de nosotros puede recordar vívidamente algún momento cuando Dios nos llamó a entregar nuestro dominio sobre alguien a quien casi adoramos.
También experimentamos momentos cuando creemos que hemos recibido dos mensajes aparentemente opuestos de parte de Dios. Abraham entendió que Dios dijo que él tendría más descendencia que el número de las estrellas en el cielo. Luego recibió la orden de sacrificar a su único heredero legítimo sobre el altar. Al confiar continuamente en dios, finalmente reconoceremos que Él verdaderamente es el Conciliador de lo totalmente irreconciliable.
Dios no engañó a Abraham. Le dijo que sacrificara a su hijo sobre el altar y Abraham lo hizo. Él no asesinó a su hijo. En vez de ello, le ofreció a Dios un sacrificio vivo. Los sacrificios vivos no siempre son fáciles de ofrecer. Algunas veces, soltar a la persona que tenemos bajo nuestro control y que permanece con nosotros puede ser más doloroso que soltar a la persona que ya no está a nuestro alcance. Continuamente debemos ofrecer a los seres que nos son preciosos a Aquél que los ama más que nadie.
Dios usó a Abraham e Isaac para enseñar a los demás acerca de sí mismo. La ofrenda sustitutoria del carnero que quedó atrapado por sus cuernos en el matorral se convirtió en una de las imágenes clave de la Biblia para transmitir el mensaje del evangelio. La sombra de la cruz cayó sobre el Monte Moriah ese día. Todos hemos sido atados al altar de la muerte y luego se nos ha presentado una oportunidad para ser liberados para la vida eterna por medio del Cordero perfecto, cuya cabeza fue atravesada por espinas y, quien estuvo dispuesto a tomar nuestro lugar.
Puede que nuestros desafíos no sean tan dramáticos como el de Abraham, pero también podemos permitir que nuestras vidas se conviertan en ayudas visuales a través de las cuales Dios le enseña a los demás acerca de sí mismo, y sus caminos fieles.
"Debemos confiar en Dios cuando Él nos llama al sacrificio."
|