La luz celestial
"Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ninguna tiniebla en él" 1 Juan 1:5.
¡Ven, llena mi alma! Cuan pura es tu luz,
Y trae del cielo lo que sólo Tú puedes dar,
Si, ven Tu mismo, la gran revelación
De la eterna gloria, en Ti vivo yo.
Es sólo la presencia de Dios cómo luz la que puede llevarnos a condenarnos a nosotros mismos, y que nos da poder para purificarnos de nuestros más profundos y bien conocidos aunque ocultos ídolos.
Es ahora el momento de ser enteramente celestiales, porque la tierra está muy alejada de Dios, y a diario aumenta su tiniebla, pero nosotros pertenecemos a la luz, y esperamos otro día.
¡Que felicidad hay en pertenecer a Él, y ver la luz en Su Luz! ¡Que brillante y gloriosa es esta luz para los que están lejos del hogar, esperando la venida de este precioso Salvador, que nos establecerá en el cielo cómo rayos de Su gloria y joyas de Su corona, cómo la esposa de Su corazón!.
Demasiadas veces se busca el remedio para un estado humillante de cosas más que el estado del alma que ha dado ocasión al mismo, y si no esperamos la acción de Dios, tendremos que esperar el efecto de la no acción. Hay Uno sólo que puede traer la luz que juzga la conciencia en el alma: Podemos contar con Él. No podemos hacer apresurar a Dios; Él, cuando está obrando, quiere sinceridad en todo.
Nunca he visto un alma viviendo en sus experiencias y ocupada consigo misma, en la que el"yo" no tuviera un puesto, sin que la persona fuese consciente de ello. No llegamos a conocernos a nosotros mismos por pensar en nosotros mismos, porque en tanto pensamos en Él, el "yo" desaparece; entonces estamos en la luz, donde uno no está ocupado en sí mismo.
¿Procede mi andar diario de la luz, y está guiado por ella?. Todo será luminoso donde esté con Dios. Habrá ciertamente pruebas, y las pruebas con Dios son quizá los momentos más gloriosos de la vida.
La mera integridad no será suficiente sin Dios para descubrir el mal. Un hombre natural honrado puede usar su conciencia, pero cómo el ojo natural precisa de la luz con la que escudriñar, tanbién nosotros necesitamos de Aquel que es luz.
"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama , será amado pormi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" La senda en la que Él gozó del amor de Su Padre fue una senda de obediencia sin falta. Aquí expone a Sus discípulos que si quieren caminar en la luz y en el favor de su rostro, tienen que caminar en el mismo camino que Él anduvo.
¡Conmigo habita!; que ningún pensamiento seductor
Se interponga para ocultarme aquella luz celestial;
¡Se Tú mi fuerza! Que aquello que tu has dado
No sea desechado por un mísero deleite natural.