Si es como yo, nunca hubiera imaginado que mantener buenas relaciones sería un trabajo difícil.
De niña nunca se me ocurrió que tendría que "trabajar" en mis relaciones. Simplemente ocurrían, y si por alguna razón no era así, me apartaba. Sin protestas, sin irritaciones.
No obstante, en algún lugar del camino entré en el desgaste de las relaciones maduras, donde las cosas se descomponen. Aprendí que algunas personas son muy difíciles, si no imposible de llevar bien. Por ejemplo, aprendí que los amigos confiables pueden traicionarme. Las figuras de autoridad que admiraba me despreciaron.
La crítica constante de los colegas me lastimaron, y hasta algunos miembros de la familia que poseían información importante, me dejaron fuera. Aunque también aprendí que, a menos que quiera vivir como un ermitaño, no podía abandonar todas las relaciones que presentaban una dificultad.
Encontramos personas imposibles en nuestra familia, en el barrio, en la iglesia, en el centro de trabajo. Cuando se le pregunta a los empleados: "¿Qué le molesta más de su trabajo?", la queja número uno está dirigida a sus compañeros de trabajo.
Las relaciones serán determinantes entre el trabajo que amamos y el trabajo que detestamos.
Aun así, la importancia de las buenas relaciones, por supuesto no se limitan a las relaciones laborales. Un grupo de pioneros investigadores ha estudiado el antiguo misterio de lo que hace feliz a la gente en sentido general, y sus respuestas no son lo que uno pudiera esperar.
El éxito no es lo que aparece con insistencia encabezando la lista, ni la buena apariencia ni ninguno de todos esos envidiables logros. El claro ganador son las relaciones interpersonales. Las estrechas.
Lo cual me trae de nuevo a mi inquietud: Si las relaciones nos hacen tan felices, ¿por qué algunas de ellas nos hacen la vida tan difícil? Y más importante aún, ¿qué podemos hacer para mantener el temple, pisar en nuestro terreno y alcanzar soluciones positivas cuando nos encontramos cara a cara con esta gente "insoportable"?
Identifique su gente imposible
Sabiendo no obstante que no poseo una colección completa de gente insoportable, entrevisté a más de cien personas en referencia a la clase de relaciones que consideraban eran las más difíciles.
Les presenté una lista de dos docenas de relaciones conflictivas y les pedí que eligieran las cinco más importantes. He aquí lo que encontré:
«El criticón»
Personas que son quejosas y criticonas.
«El martir»
Personas autocompasivas y que se hacen las victimas.
«El aguafiestas»
Personas que son automáticamente negativas y pesimistas.
«La aplanadora»
Personas cegadas con la insensibilidad hacia los demás.
«El chismoso»
Personas que esparcen con rumores y divulgan secretos.
A estas cinco descripciones, yo le agrego otras diez:
«El controlador»
Incapaz de soltar ni de dejar solo.
«El traicionero»
Incorregible de dos caras.
«El indiferente»
Se desconecta y evita contactos.
«El envidioso»
Arde de envidia
«El volcán»
Activa el vapor y está listo para entrar en erupción.
«La esponja»
Siempre en apuros, pero nunca da nada.
«El competidor»
Atento para donde las dan las toman.
«El burro de carga»
Siempre empuja y nunca satisfecho.
«La coqueta»
Hace insinuaciones, que pueden rayar en el acoso.
«El camaleón»
Desea agradar y evita el conflicto.
No tiene por qué permitir que personas difíciles tomen control de su vida. No tiene por qué sentir que su única opción es una salida presurada.
PARA PREDICACIONES: 787-210-3474