Veamos, uno de los valores fundamentales en la vida de cualquier ser humano, es sin lugar a dudas la autoestima, ya que si a éste valor humano no le damos la importancia que requiere, no encontraremos la verdadera estima al ser espiritual que proviene de Dios, estima que la gran mayoría de nosotros cambiamos por la estima de nuestros semejantes, lo que nos impide de una forma egoísta tener acceso al mundo espiritual de Dios para poder hacer nuestras todas las promesas y todos los Dones espirituales con los que El nos quiere proveer para realizar nuestras actividades correctamente en los medios en que nos desenvolvemos, pero al vivir como lo venimos haciendo en la actualidad, muchos de nosotros no nos valoramos en la forma en que deberíamos hacerlo, es decir, aceptando nuestros defectos, estando conscientes de que debemos trabajar positivamente en ellos para irlos desterrando poco a poco de nuestras vidas, y al mismo tiempo, reconocer de manera humilde, nuestras virtudes, para que al decidir hacerlas crecer, encontremos el camino que nos lleve a conocer la verdad de nuestra existencia, y de esta manera evitar limitar por flojera o ignorancia, el desarrollo natural correcto y adecuado de nuestras aptitudes positivas y de nuestros conocimientos en general para poder aplicarlos en donde tienen mayor valor, así como también la comunicación generosa de nuestra inteligencia natural con la inteligencia espiritual, y por supuesto, de la semejanza con Dios que deberíamos proyectar a los demás. ¿Por qué permitimos limitar la fluidez constante en nosotros de todos esos dones y poderes que nos harían estar en posición de ir logrando poco a poco a reconocernos verdaderamente como imagen y semejanza de Dios? Para contestar esto, diremos que es verdaderamente importante y por lo mismo necesario, revisar en nuestra concepción interior que tanto o que clase de valor le damos a la autoestima que nos pertenece, para saber a través de esta reflexión, que tan valientes somos para reconocer hasta dónde y en que partes la hemos descuidado, y ver que áreas de ella necesitan desterrarse porque hemos sucumbido a las influencias negativas a las que estamos expuestos constantemente, y así, tomar consciencia de ello y estar dispuesto a cambiarlas positivamente para elevar nuestra autoestima. Por eso deberemos tener mucho cuidado para no sobrevalorarnos ni negativa, ni positivamente para no predisponernos a la autodestrucción ni a la vanagloria, puesto que ambas situaciones son de las que mayor daño hacen al ser humano, por lo que si creemos tener la capacidad y sobre todo el valor suficiente para aceptar cualquiera de estos casos y tratamos de corregirlos, estaremos en el camino de la realización personal plena.
Partamos de la base de que todos somos capaces de lograr lo que nos proponemos por muy difìcil que parezca, siempre y cuando pongamos el empeño y el esfuerzo suficiente para conseguirlo. ¿Cómo lograremos esto?. En realidad pareciere que no es muy difìcil de hacerlo, ya que tenemos en nuestro cuerpo el más sofisticado y perfecto mecanismo jamás conocido, ese mecanismo que nos permite hacer de nosotros unos verdaderos y auténticos triunfadores y unos verdaderos seres humanos naturales y espirituales en todos los aspectos de nuestra vida; o por el contrario, nos puede convertir en unas personas sin grandes aspiraciones, lo cual nos conducirá a ser conformistas, y que sin duda nos mantendrán más que a muchos en el filo de lo bueno y de lo malo, o peor aún, puede convertirnos en unas personas carentes de todos los valores humanos naturales y espirituales, es decir, valores morales, familiares, sociales, éticos, religiosos, afectivos, etc. convirtiéndonos en unas personas negativas y egoístas que solo pensamos en nosotros mismos como merecedores de todo lo bueno, y no como los verdaderos responsables de lo negativo que nos pasa, y esto se dá por nuestro descuido e ignorancia espiritual con respecto a ese maravilloso mecanismo que es el cerebro. Así es, nuestro cerebro es tal vez la parte más importante de nuestro organismo, ya que nuestro cuerpo responde a todas y cada una de las órdenes emitidas por él, de tal manera que no es posible hacer nada bueno o malo si nuestro cerebro no nos trasmite la orden de hacerlo, ya que nuestro cerebro es el receptor del cual nuestra mente en el alma se vale para transmitir todo lo que ésta disponga de acuerdo a su condición tradicional y materialista, por lo consiguiente, nos da la capacidad de pensar, de razonar, de analizar, de definir y de realizar cualquier cosa buena o mala, dependiendo de lo que dicte nuestra conciencia natural, esa que nos dice del bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar pero sin tomar muy en serio el poco o mucho sentido o conocimiento que creemos tener de Dios.