Parte 19
En
esos tiempos conocí a la mujer de mi vida en forma casual, ya que
Manuel estaba de novio con su hermana en Teziutlán y tenía problemas con
un familiar de ella, y este cuate comandaba una pandilla de barrio, y
le quería dar un escarmiento a Manuel, por lo que me pidió que lo
acompañara a un tradicional baile en esa ciudad con todos los gastos
pagados, con el fin de apoyarlo, para que en lugar de ser uno solo el
aporreado, fuéramos dos, pero esa, esa es otra historia que más adelante
conocerán.
En
esos tiempos estábamos obteniendo más conocimientos y experiencia en la
serigrafía o screen process como se le conocía, ya que entre Manuel y
yo pusimos un tallercito en los que empezamos a hacer escudos de escuela
y banderines, por cierto que nuestro conocimiento era tan limitado, que
teníamos que desbaratar un escudo para ver como estaba hecho por dentro
y poder hacerlo nosotros, y nuestra ignorancia era tan grande, que la
pintura que usamos la primera vez, y muchas veces más, no era la
correcta, lo que nos metió en grandes problemas con los clientes, pero
que gracias a ello, nos vimos en la imperiosa necesidad de documentarnos
por medio de folletitos explicativos, que las empresas que nos proveían
del material serigráfico, tenían para que el usuario de sus productos
supieran cómo usarlo.
Estuvimos
juntos en realidad muy poco tiempo ya que Manuel se casó, por lo que
sus necesidades crecieron y cada quien empezó a trabajar por su cuenta.
Antes
de casarse fue cuando lo acompañé a su compromiso con su novia es
decir, a un baile anual que se celebraba en Teziutlán, Puebla y les
repito, ahí fue donde conocí a la que es la mujer de mi vida, a quien
amé desde un principio, presintiendo precisamente, que ella sería la
compañera de toda mi vida. Pues bien, en ese baile, Manuel me presentó
con ella pues era hermana de su novia y precisamente ese fue el gancho
por el que lo acompañé, porque me decía que la hermana de su novia era
una joven muy guapa y muy bien formada, pero que yo no tenía ningún
chance con ella porque era muy especial en su manera de ser, esto hizo
que me picara fuertemente en mi orgullo y le hice una apuesta a Manuel
antes de conocer a su cuñada, y la apuesta fue de que la conquistaría a
como diera lugar; y así fue, entre baile y baile, broma y broma, plática
y plática acerca de mi atuendo en que le decía, que los zapatos eran de
mi papá al igual que el saco que portaba; que los pantalones y la
corbata eran de Manuel y que la camisa era de mi hermano Mario y muchas
bromas ¿o verdades? más.
Pasamos
una velada muy divertida, y por supuesto ella no creyó lo que le había
dicho, más sin embargo era la verdad, a la hora de retirarnos del lugar
la acompañé a su domicilio pues Manuel tenía que acompañar a su novia, y
ni modo de perder la oportunidad de platicar un poco más con ella y
pedirle una cita para la semana siguiente, a lo que ella accedió, y
cuando se llegó la fecha, quedamos en vernos en el parquecito del centro
de la ciudad al cual llegué puntualmente con un ramo de claveles rojos
que compre en Xalapa, por aquello de las dudas de que en Teziutlán no
los conocieran.
La
esperé temblándome hasta los calzones de frío y de ¡nervios! platicamos
de varias cosas y nos preguntamos mutuamente nuestros nombres, porque
al menos yo, con el afán de caerle bien para conquistarla, no puse
atención a como se llamaba, y ella ,como después ella me confesó,
también había apostado con sus amigas que me conquistaría, por lo que
tampoco puso atención en mi nombre; bueno, pues nos presentamos
adecuadamente y casi a partir de ahí, nos hicimos novios, por lo cual
los dos ganamos ( ¿ o perdimos ?,) la apuesta.
Ya en ese tiempo, estaba yo a punto de trabajar como despachador después de haber sido tarjetero en la Cooperativa del
Servicio Urbano y empezaba a abrirme paso en esa empresa para iniciar
mi preparación como un trabajador a comisión que me hiciera ganar dinero
para cubrir todas mis necesidades, recuerdo que a los dos años de ser
despachador me enviaron con un socio antiguo a pasar el examen de manejo
para convertirme en chafirete, y la verdad que mi experiencia como
chofer era bastante escasa, ya que lo que sabía del manejo de vehículos
grandes era lo que mis hermanos Mario y Rafael me habían enseñado y el
"cachanear" con uno que otro chofer, de la terminal, al lugar donde se
guardaban los camiones después de una larga jornada de trabajo, y eso,
les aseguro que no era mucho pero que me sirvió para que la persona que
se supone, me iba a ser el examen, se bajara del autobús y me dejara
solo con el paquete de dar varias "vueltas" a la ruta manejando el
camión, y que a pesar de haberme subido varias veces a la banqueta con
él, no tuve ningún accidente, lo que fue suficiente para que fuera
aprobado en el examen y se me asignara un camión viejito con el número
económico, cuarenta y cuatro, al cual bauticé como "El fugitivo", nombre
que coloqué en el espejo frontal arriba del conductor, nombre por el
que me empezaron a conocer los pasajeros que constantemente abordaban mi
nave en la ruta que me había sido asignada, la cual era corta y
tranquila que me sirvió de fogueo para adquirir la confianza necesaria
para convertirme en un buen chofer, lo que por fortuna sucedió.
En
el tiempo que laboré en esa empresa, mi buen desempeño en ella me valió
el reconocimiento de los jefes de la misma y también el de mis
compañeros, porque a pesar de ser el hijo del tesorero de la empresa,
nunca hubo preferencias en mi trabajo por ello, tan fue así, que muchos
de los compañeros que nos iniciamos juntos en el ramo "choferil" fueron
cambiados a carros mejores que con los que empezaron, mucho antes de que
a mi me dieran, aparentemente un carro mejor.
Cuando
a mis compañeros los cambiaron varias veces a camiones mejores, a mi me
cambiaron de mi querido "Fugitivo" a un International mas grande, el
número siete, pero con mayores problemas mecánicos que el anterior, pero
eso no fue problema ya que con ese camión obtenía ingresos tantos como
los de los choferes de camiones nuevos, y eso me valió para que después
de cinco años de espera, me dieran un carro enorme nuevo y de primera
clase, el número treinta y nueve, carro que no disfrute mucho tiempo,
porque para esos momentos tenía 4 meses de casado, y por problemas de
salud, renuncié, ya que las labores diarias iban de las cinco de la
mañana hasta las diez u once de la noche, y cada determinado tiempo
trabajábamos hasta la 0:30 del otro día, lo que era demasiado para una
persona que no estaba hecha para ser chofer toda su vida. Corría ya el
fin del año de 1970.