Cuando
era yo joven y apenas había comenzado mi ministerio prediqué un sermón
sobre el bautismo. Después del culto una mujer se me acercó, diciendo:
Cuando me bauticé el ministro me condujo en el río hasta que las aguas
nos llegaron a las rodillas. Entonces él me vació sobre la cabeza una
taza de agua. Bajamos al agua, subimos del agua, y tuve agua por encima
de mí. ¿No cree Usted que esto satisface los requisitos para el
bautismo?.
Contesté
a la señora más o menos de la siguiente manera: "Hermana, vamos a leer
Romanos 6:4 para averiguar lo que es un bautismo." Habiendo leído el
pasaje, le pregunté qué era el bautismo, y me contestó que era un
sepelio. Entonces comenté: "Mi padre, como director de una agencia
funeraria, testifica que ha sepultado a miles de personas; pero en
ningún caso ha plantado el cadáver en la tierra hasta las rodillas, para
luego echar sobre su cabeza una taza de arena y anunciar que así el
cadáver ya fue sepultado."
En
esa misma tarde aquella señora expresó su deseo de ser bautizada como
Jesucristo fue bautizado. Si admitimos que el bautismo es un sepelio,
toda forma que no sea la inmersión y la emersión del creyente nos parece
inadecuada.