Una
madre trabajó y sufrió mucho para criar a su numerosa familia. Uno de
los hijos llegó a ser gerente de una gran empresa. Cuando la madre quedó
viuda ese hijo la invitó a vivir en la casa de él: Proveyó para ella un
hermoso departamento y le asignó algunos sirvientes para que la
cuidaran.
Después
de algunas semanas notaron que la madre salía a compras y se quedaba
fuera de la casa todo el día. Notaron que siempre pedía al chofer que la
dejara en cierta esquina a las ocho de la mañana y que la recogiera a
las cuatro de la tarde, tres días de cada semana y siempre los mismos
días. Descubrieron que ella había conseguido trabajo como ama de casa.
La
madre explicó a su hijo que no quiso ofenderlo, pero que en verdad no
estaba contenta al no tener ningún trabajo qué hacer. Debemos recordar
que el trabajo es honroso, que es una bendición, y que la pereza
voluntaria es un pecado