¿Potable o contaminada?
Los que amáis al Señor, aborreced el mal.
Salmo 97:10
Porque dos males ha
hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí
cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
Jeremías 2:13
Un
millón de parisienses beben el agua del río Oise con plena seguridad.
En efecto, la empresa responsable utiliza procedimientos de alta
tecnología para depurar perfectamente el agua del río. Además del
clásico filtrado con arena y carbón activo se agrega un «nanofiltrado»
que detiene las bacterias, los pesticidas y hasta los virus.
Tales
tecnologías nos muestran con qué cuidado protegemos la salud de nuestros
cuerpos. Pero existe otro campo en el que hay mucho menos vigilancia:
el de la salud moral. Así como el agua penetra en las células de nuestro
cuerpo, los medios masivos de comunicación y las distracciones penetran
profundamente en nuestra mente y pueden causarle los más grandes
perjuicios. Lecturas malsanas y escenas violentas nos acostumbran al
mal… Mucho mejor sería saciar nuestras mentes con agua depurada, buenas
lecturas y aun con distracciones sanas y enriquecedoras. Pero no
olvidemos beber directamente de la fuente de la Palabra de Dios. Esta
agua no sólo es pura y fresca, sino que tiene el poder de purificar
nuestras almas. Leamos la Biblia atentamente y con regularidad. En ella
encontraremos “palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra,
purificada siete veces” (Salmo 12:6). Veremos el mal como Dios lo ve y
podremos decir: “Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos
despojos” (Salmo 119:162).
((De la red))
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