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De: marta-vargas (Mensaje original) |
Enviado: 06/07/2023 14:49 |
La humildad del amor (4)
El amor no es jactancioso, no se envanece. 1 Corintios 13:4 Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos. Proverbios 27:2
William
Carey fue un brillante lingüista y un fiel cristiano. Tradujo partes de
la Biblia a 34 idiomas y dialectos diferentes. En su juventud, Carey
había trabajado como zapatero. Cierta noche, en una gran cena, alguien
le dijo: –Señor Carey, me han dicho que usted trabajó haciendo zapatos.
–No, respondió Carey, yo no los hacía; sólo sabía repararlos. Rectitud
y humildad, sin complejo de inferioridad, ayudan a darse cuenta de los
propios límites y a reconocer sus debilidades. Es el primer paso en el
camino de una verdadera humildad. El segundo paso va más allá, pues para
el cristiano la humildad es el profundo deseo de que en nuestra vida
Dios tenga el lugar que le corresponde, es decir, el primero. En este
sentido está muy cerca de la adoración. El amor de Dios en la vida de
un creyente se manifiesta por la humildad y el olvido de sí mismo. El
amor no se vanagloria, no se envanece por sus éxitos, no se enorgullece,
no piensa en sí mismo, no se compara con otros, sino que se pone al
servicio de ellos. El secreto de la humildad es estar ocupado del Señor
Jesús y buscar sus intereses. Un creyente acostumbraba a orar: «Señor,
dame la fuerza para hablar de ti, cada vez que tenga la oportunidad de
escoger el tema de la conversación». Durante toda su vida Jesucristo
mostró lo que es la verdadera humildad. Sigamos su ejemplo. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).
( continuará)
((De la Red))
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La delicadeza del amor (5)
El amor.. no hace nada indebido, no busca lo suyo. 1 Corintios 13:5 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 1 Juan 3:16
Cuando
Cristo y sus discípulos llegaron a Capernaum, en Galilea, los
cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le dijeron:
“¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él
en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los
reyes de la tierra, ¿De quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De
sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños.
Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no
ofenderles, vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques,
tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero (una moneda); tómalo,
y dáselo por mí y por ti” (Mateo 17:24-27). Pedro había contestado
sin reflexionar. ¿Cristo no era el Rey? Así que no debía pagar el
impuesto. Pero la respuesta de Jesús, quien lo asocia con él, está
impregnada de esa delicadeza del amor. Amar también es obrar con
tacto y delicadeza. Es mucho más que la sencilla cortesía humana, a
menudo muy cercana a la hipocresía. La delicadeza del amor se interesa
verdaderamente por el otro; es sensible a sus aspiraciones. El amor no
busca su propio interés. Cristianos, si no se ve claramente en nosotros
“la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Corintios 10:1), ¿Quién
escuchará el mensaje que anunciamos?
( continuará)
((De la Red))
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Fondo Por M.V.
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La nobleza del amor (6)
El amor… no se irrita, no guarda rencor. 1 Corintios 13:5 Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32
Una
palabra ofensiva, el amor propio herido son temas que se machacan;
hablamos fácilmente de ello a otros. Al final, no aguantamos más y
explotamos diciendo palabras duras y descontroladas que producen
terribles estragos. Pero el verdadero amor no se irrita y nos protege de
tales reacciones. La única indignación justificada es cuando vemos a un
desdichado maltratado, o cuando se contradice la Palabra de Dios. La
indignación según Dios nunca resulta de algo que sea hecho contra
nosotros. Cuando Jesús limpió el templo estaba indignado a causa de la
profanación de la casa de su Padre (Mateo 21:12), pero cuando fue
atacado o humillado, jamás se enojó ni se defendió. El amor no hace
cuentas, porque no da lugar al resentimiento ni al rencor. Si Dios borró
nuestros numerosos pecados, si no nos inculpa de nuestras faltas
(Romanos 4:8), ¡Con cuánta más razón debemos perdonar y olvidar el mal
que se nos ha hecho! Perdonar es no tener cuenta de ellos. ¡Qué
liberación! El amor no guarda rencor. En contabilidad es obligatorio
escribir todo lo que se me debe (y lo que debo), pero en mis relaciones
personales recordar todo lo que fue hecho contra mí es el camino que me
conduce a la amargura. “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).
( continuará)
(( De la Red))
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