La casa de la umbría
El Verbo era Dios… En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres… La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Juan 1:1, 4-5
La
vivienda es confortable, está rodeada de un gran terreno con un hermoso
jardín bien limpio. La vista es espléndida sobre el valle y el collado
de en frente, ambos bañados por el sol. Sin embargo la casa permanece en
la sombra, pues el sol sólo llega hasta ella algunas semanas en el
solsticio de verano.
¿Forma usted parte de los que saben que Dios
existe, que es el creador de esta maravillosa naturaleza, creador del
hombre con su corazón y su conciencia, ese centro de pensamientos que
nos lleva a comprender que procedemos de Dios, que fuimos creados a su
imagen? Tal vez usted haya sido sensible al amor de Dios, conocido
gracias a los evangelios, y lo ha percibido en la actitud de creyentes
coherentes con su fe.
Pero, ¿Permanecería usted en la sombra, es
decir, indiferente, insensible a ese resplandor del amor divino? Quizá
tema el impacto directo porque esa luz ilumina sus tinieblas. ¡No mire
sólo de lejos esta luz divina! Ella aporta la vida donde todo es muerte.
Lea la Biblia, pues su mensaje conduce a la plena luz.
“De tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el
mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17). Jesús dice: “Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida” (Juan 8:12).
© Editorial La Buena Semilla,
1166 PERROY