Al contemplar las estrellas
El Señor con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia.
Proverbios 3:19
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Salmo 19:1
¡Cuántas
veces David, mientras cuidaba el rebaño de su padre, debió haber alzado
la vista para contemplar el cielo estrellado! Por ello escribió:
“¡Oh... Señor nuestro…! Has puesto tu gloria sobre los cielos… Cuando
veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú
formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?”
(Salmo 8:1-4). Estas son palabras de humildad y admiración provenientes
del creyente que sabe que, a pesar de su pequeñez ante la inmensidad del
Universo, Dios lo amó y se ocupó de él.
El hombre es el único ser
vivo que, al contemplar las estrellas, puede discernir más allá de ellas
al Creador. La Biblia le enseña que ese Dios tan grande se acercó a él
en la persona de su Hijo. Ese Hijo muy amado quiso dejar el lugar de la
gloria para venir a nuestro minúsculo planeta y dar su vida por todos
los pecadores.
El creyente, maravillado, adora al Dios todopoderoso
que creó el mundo y, en su infinito amor, dio a su Hijo unigénito por
seres frágiles y miserables como nosotros. ¿Cerraríamos la puerta de
nuestro corazón a ese amor?
Señor, mi Dios, al contemplar los cielos,
El firmamento y las estrellas mil;
Al oír tu voz en los potentes truenos
Y ver brillar el sol en su cenit;
Mi corazón entona esta canción
¡Cuán grande es Él! ¡Cuán grande es Él!
Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)