Lea mi historia
Al que a mí viene, no le echo fuera.
Porque he descendido del cielo,
no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió.
Juan 6:37-38.
Al leer
la Biblia me di cuenta de quién es Dios, de lo que él hizo y dijo a los
hombres. Comprendí que vive eternamente, que no cambia, que conoce, ve y
graba todo. Es bueno, justo, santo, poderoso, sabio e infinitamente
paciente.
Pero también supe quién era yo: un ser egoísta y
vanidoso, indiferente a la voluntad de Dios. Quería vivir a mi antojo
sin tener en cuenta a mi Creador. Era muy culpable ante él.
Finalmente comprendí que Dios me ofrecía su perdón y su paz. Yo no tenía
nada que hacer, tampoco tenía que traer dinero. Dios se encargó
absolutamente de todo. Ofreció el rescate más grande que se podía hacer:
su Hijo Jesucristo, quien vino del cielo a la tierra para hablarnos del
Dios de amor.
Al comprobar que mi vida era un fracaso ante
Dios, me volví a él. Le pedí que me perdonara por medio de Jesucristo
muerto por mí en la cruz. Como él nunca rechaza a quien le busca con
rectitud, me perdonó todo.
Hoy sé que he sido lavado de todos
mis pecados por medio de la sangre de Jesús. Estoy limpio, puro, y puedo
acercarme al Dios santo. He nacido “de nuevo” (Juan 3), soy un hijo de
Dios, formo parte de una nueva familia.
¡Qué maravillosa
gracia! Mi vida es una nueva vida y la gozo en presencia del Señor,
quien prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” (Mateo 28:20).