UNA ORACIÓN VERDADERA
Un hombre que era cristiano sincero se interesó en evangelizar a la gente de los países lejanos
Al principio oraba de esta manera: “Señor: salva a los paganos”. Y oraba con toda sinceridad.
Después
cambio la forma de su plegaria, y la pronunciaba así: “Señor: manda
misioneros a fin de salvar a los paganos”. Y oraba más fervorosamente
Más
tarde oraba con estas palabras: “Señor: si tú no tienes otro a quien
enviar, envíame a mí”. Y oraba con todo el fervor de su alma.
En
seguida comenzó a orar con toda humildad de la siguiente manera: “Señor,
tú sabes que soy sincero: envíame a mí; pero si no quieres enviarme a
mí, envía a otro”.
No estaba contento con esa manera de orar, y
entonces oró así: “Envía a quien tu quieras; pero ayúdame a pagar parte
de los gastos.” Al orar así se dio cuenta de que había encontrado la
manera de orar correctamente.
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La madre poderosa
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Conozco
a un joven –escribe un pensador americano cuyo padre murió cuando el
muchacho era solamente un niño, y quien, por esto, fue educado por su
madre. Hablando un día conmigo, me decía: “Una vez fui muy malo.
Cuando me llamó para castigarme y yo temía que me iba a pegar, cayendo a
mi lado sobre sus rodillas empezó a orar por mí entre amargos
sollozos, suplicando a Dios por su querido hijo. Yo no pude soportar
eso y empecé a gritar: “¡Madre, madre… pégame, pégame mucho, pero no
ores así por mí, no puedo sufrir tanto!”.
Y al fin, el joven me
dijo: “Sus palabras llenas de amor y sus oraciones me hacían sufrir más
que todos sus castigos corporales. Así me obligaba mi buena madre a
seguir por el camino recto”.
(( DE la Red))