Cambiando la Avaricia Por el Amor
"Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te
dejaré"
(Hebreos 3:5).
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Cierto hacendado era reconocido por todos como
extremadamente avariento e indiferente a las necesidades de
los más humildes. Un día Él tuvo un encuentro con Dios. Un
pobre hombre, agotado y hambriento, sin nada en casa para la
familia, lo buscó poco después de su conversión para pedir
ayuda. El hacendado, ahora nueva criatura en Cristo, creyó
que venía a ayudar a aquel hombre y resolvió coger un algo
en su despensa para que el hombre llevase para su casa.
Mientras fue buscar los alimentos, el demonio susurró en su
oído: "Dé a él un algo pequeña que estará muy bueno." Él se
quedó en duda si debía coger un paquete o dos del mucho que
poseía pero acabó llenando una grande sacola con qué tenía
de mejor. "Es un bobo," tornó a hablarle el demonio. "Si
usted no se pone quieto," contestó el hacendado, "daré a él
todo lo que tengo en esta dispensa."
Cuántas veces nos vemos actuando de forma avarienta y
gananciosa en todas las circunstancias en las cuales nos
envolvemos.Queremos tener el mejor y no concordamos que
otros también lo tengan. Queremos tener más y más, aun
cuando de casi todo ni necesitemos, y no nos importamos si
las personas que nos rodean estén sin siquiera el mínimo
para su bienestar. Qué nos importa es lo que si suma a cada
día en la "despensa" de nuestros bártulos personales.
Y el egoísmo que toma cuenta de nosotros no se restringe
apenas a los bártulos materiales. Queremos tener más
atención que los otros. Queremos recibir más cariño que
nuestros parientes y amigos. Queremos hasta que sientan más
cuita de nosotros de lo que los otros. Si las cosas no
acontecen según anhelamos, cerramos el semblante,
distribuimos malhumor y, como grandes víctimas, nos
recogemos a un canto cual si fuésemos las más infelices de
las criaturas.
Si usted cree que la avaricia y a ganncia están tomando
cuenta de su vida, empiece a actuar como el hacendado de
nuestra historieta. Si no lo hace, será verdaderamente
infeliz. Caso quiera experimentar la transformación que el
Señor produce en el corazón, verá que además de la bendición
de la salvación usted tendrá la alegría y el regocijo que Su
amor proporciona cuando aprendemos que compartir es bien
mejor de lo que la ganncia de pensar apenas en nosotros
mismos.
Paulo Barbosa
Un ciego en el Internet