La Vida Cristiana Practicada
"Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también
la fe sin obras está muerta"
(Santiago 2:26).
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Todas las mañanas una familia se reunía y el padre oraba
fervorosamente en favor de los pobres de la comunidad. Él
oraba mucho pero jamás dio cualquier cosa
Para ayudar a los carentes.
Cierta mañana, cuando encerraba más una
reunión de oración doméstica, después de interceder
intensamente por los necesitados, su pequeño hijo dijo:
"Padre, yo anhelaría mucho ser dueño de su almacén." "Por
qué, mi hijo," preguntó el padre. "Porque así podría
contestar, yo mismo, sus oraciones."
¿hasta que punto hemos demostrado que la presencia de
Cristo, en nosotros, operó grandes cambios? ¿Hemos validado
nuestro testimonio a través de actitudes que glorifican el
nombre del Señor? ¿Hemos practicado aquello que hemos
hablado y enseñado a otros?
Cuando proclamamos que Dios es amor y que Sus hijos deben
vivir en comunión y amor, pero actuamos de forma diferente,
escandalizamos a nuestro próximo y dejamos de ser bendición
para ser maldición. Si oramos, en público, con mucho hervor,
por las necesidades de un hermano y, pudiendo ayudarlo
nosotros mismos, mostramonos indiferentes, dejamos de ser un
cristiano auténtico y nos tornamos fariseos. Dios no anhela
que vivamos una vida apenas de apariencias, pero que el
nombre de Jesus sea exaltado en todo lo que hablamos o
hacemos.
La práctica de la vida cristiana, a través del cumplimiento
de las enseñanzas del Señor, enriquece nuestros días, trae
paz al corazón y coloca en nuestro semblante una sonrisa que
problema alguno podrá sacar. La certeza de que Dios está con
nosotros y el regocijo de transmitir su Palabra a los
corazones de aquéllos que encontramos, producen la verdadera
felicidad que comienza aquí y se extenderá por todo el
eternidad.
¿tiene usted hecho su parte?
Paulo Barbosa
Un ciego en el Internet