MANOJOS DORADOS
Las lágrimas que riegan el sendero
Son gotas venturosas
Del ánfora filial del misionero,
Que al caer se convierten en rosas;
Son perlas de buen precio
Porque Dios las estima y valora
A despecho del denuesto y del desprecio:
¡Ellas son como gotas de aurora!
En el lado del mundo caen y ruedan
Convirtiendo la arcilla en oro fino;
Tras ellas tesoros hay que quedan
Hermoseando a lo largo el gran camino.
La visión interior va a la mirada
Arrancando, al efecto, el hondo llanto
Que aminora el dolor en la jornada,
Proveyendo al viador consuelo santo
Cuán hermosos los pies del que predica
del Señor la gloriosa y áurea fiel
así andando y llorando, es culta y rica
la región que recorren los pies.
Las lágrimas que riegan los eriales
Son gotas de rocío
Que suben de escondidos manantiales
Del fiel heraldo pío…
Y horizontes de pueblos se columbran
A la vista de esos ojos que lloran…
Ojos que como soles son, que alumbran
Dando al mundo sombrío sus auroras.
Misionero veraz, flor mañanera,
Que anuncias de la Gracia sus promesas.
¡Al fin disfrutarás de tu quimera
en lugares de gloria y de fulgores!
Donde el cierzo invernal jamás acosa
Y no existen letales inquietudes;
Y es más suave que céfiro y la rosa
La canción de triunfantes multitudes.
¡Ya vuelve el sembrador con regocijo!
¡Impregnados de luz están sus ojos!
Su alma es un laúd, pues Dios bendijo
Su labor ; y ya ostenta sus manojos.
Es la tarde en la vida del heraldo.
El erial que sonó ya está sembrado:
¡Ya florece el rosal do hubo cardos,
y do hubo espinas sube el trigal dorado!
Una página nívea allá en el cielo
Queda escrita con oros celestiales
Por cada gota de llanto, que consuelo
Derramara en los débiles mortales.
Y tras él un clarín de bendiciones
Resuena como un fruto de alegría:
¡Mientras al camino que regara un día.
(( De la red))