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se cuenta sobre un hombre que tenía, en medio a su jardín,
una enorme piedra. Él ya estaba cansado de verla allí, sin
ningún atractivo, sacando la belleza de sus flores. Tomó la
decisión de usar aquella piedra como objeto de arte y,
cogiendo un martillo y un cincel, comenzó su trabajo. Batió
aquí, sacó una astilla allí y, en poco tiempo, la enorme
piedra se transformó en un bello elefante que pasó a servir
de adorno para aquel jardín. Un vecino, viendo la obra
magnífica terminada, preguntó a él: "Como usted consiguió
¿esculpir un elefante tan maravilloso?" Su respuesta fue:
"¡Yo apenas fui retirando todo aquello que no parecía con un
elefante!"
Si estamos cansados de nuestra vida monótona, de poca importancia
y sin atractivos; si nos sentimos parados e incapaces de producir
cualquier cosa interesante; si el brillo y la alegría que le
gustaría proporcionar a nosotros mismos y a nuestro próximo
está lejos de ser real, es hora de dejar el martillo y el
cincel de Dios empezar a remover todo aquello que no parece
con una vida feliz y victoriosa.
El mayor adorno de una vida es el amor. Si en nuestras
actitudes existen aún el encono, la envidia, el preconceito,
deseos de venganza y cualquiera otro sentimiento que impida
el brillo del amor en nosotros, pidamos ayuda a Dios para
que, sin demora, sean retirados y lanzados afuera.
Si el brillo de la comprensión y de la generosidad estén
siendo cubiertos por el egoísmo, por intrigas y
maledicencias, dejemos Dios remover estas astillas de pecado
para que la belleza de nuestra vida cristiana pueda servir
de aderezo en el jardín de Su gracia salvadora.
Que todas las astillas de antipatía, malhumor, indiferencia
y insensibilidad sean lanzadas para bien lejos de la
escultura espiritual que Dios anhela formar a través de
nuestro testimonio personal. Ciertamente Jesus será
glorificado por el resultado de este maravilloso trabajo.
Paulo Barbosa
Un ciego en el Internet