La parábola del Relojero
Si en ti
hay algo radicalmente malo, algo que requiere un cambio radical y tú no
puedes lograr este cambio; y si sólo Dios puede hacerlo, síguese que: o
Dios hará esta obra en ti sin tu ayuda, o la hará con tu
consentimiento. Y por cierto Dios nunca salva al hombre sin su
consentimiento.
El hombre no es una máquina. Si tengo un reloj que no
marca bien la hora, lo llevo al relojero, en cuyo caso desarma,
encuentra la falta y la remedia, siendo el reloj completamente pasivo.
Cualquier otra clase de máquina se rapara de la misma manera. Pero el
hombre fue hecho a la imagen de Dios, y esta imagen queda en parte en el
hombre aún después de la caída, en su poder de pensamiento y en el
libre albedrío. Digo con gran reverencia que Dios respeta a las
criaturas de su creación, y en consecuencia de ello no trata a los seres
humanos como si fuesen máquinas.
El creador respeta la mente,
capaz de pensar; el corazón, capaz de amar; la conciencia, capaz de
juzgar; la voluntad, capaz de escoger.
Por lo tanto nos presenta
la salvación como algo que se puede escoger y aceptar: no la puedes
ganar, o conseguir por tu esfuerzo; pero la puedes tomar por fe; y nunca
será tuya si no la tomas así.
(( de la red ))