--MEMORIA--
De movimiento Buena Voluntad
L A O P I N I O N M É D I C A
Dr. Giuseppe Amara
LA INTEGRACIÓN EN UN GRUPO COMO PRÁCTICA DE MADUREZ Y LIBERACIÓN
¿Qué es un neurótico? Una palabra que suena a estigma denigratorio, que parece arcaica, trivial y, al mismo tiempo, humillante. Tildar a otro de “neurótico” es acusarlo de no tener remedio. Pero, si descartamos que alguien pueda cambiar, es por que hemos perdido la confianza en nosotros. Tratamos de evitar al neurótico por el temor de vernos reflejados en alguno de sus defectos. Preferimos no compartir intimidades. Nos da miedo asomarnos al sufrimiento del otro, porque vivimos presionando la puerta que apenas cierra nuestro infierno portátil.
“Yo no soy neurótico, pero… de que los soy, lo soy”. Esta es la ambivalencia de quien se percata que no puede excluirse de la condición humana. Valor, perseverancia, creatividad; siempre admirable amor a la verdad, al conocimiento. Fraternidad, amor erótico; respeto, responsabilidad… Pero, inseparables, también angustia, con miedos y fobias; resentimientos y paranoia. Arrogancia narcisista, destructividad. Depresión, auto-conmiseración.
La neurosis es parte inherente de la condición humana. Pero el neurótico necesita mucho más que reconocer los defectos de su ser. Tampoco le resulta suficiente que conozca las razones por las que sus turbias pasiones lo arrastran a la deriva.
Neurótico es quien admite que todos sus esfuerzos y conocimientos no le permiten controlar las emociones y pasiones que dominan su vida. Que actúa como si controlara el miedo, pero no puede encubrir su derrumbe en la melancolía o en la adicción. Que envidia, compite, exhibe su arrogancia, no desaloja su infelicidad. Que su resentimiento lo envenena.
Cuando el neurótico enfrenta su impotencia ante la fatídica repetición compulsiva de sus pasiones irracionales, cae presa del pánico, pero entre los sacudimientos del terror avizora también la esperanza. Porque nuestras pasiones más negativas pueden transformarse en sentimientos vitalizadores, ya que tienen en común la misma energía de nuestra alma o mente.
Desde la formación y propagación de los grupos de autoayuda, el neurótico requiere dar un paso más adelante.
Sabe que no está del todo perdido. Que puede rescatar la fuerza innata de la salud de nuestra especie. Pero está avergonzado por la carga negativa que lo avasalla y trastorna. Teme el juicio del otro, le humilla que la mirada ajena vislumbre su infierno íntimo del que se avergüenza como si fuera único en el mundo. No tiene fe en que otros –al fin hombres como él- puedan ayudarlo a salvarse. Y aún así, por sobre su vergüenza y desconfianza, decide y se atreve a entrar en un grupo.
Mientras no se integre a un grupo de autoayuda, no experimentará una fuerza serena, callada, lenta pero creciente, de un Poder Superior al de su Yo, su voluntad –hasta entonces sólo fiel a su neurosis-, a la actividad inmadura de su lóbulo frontal. Con la asidua participación en el grupo –ante su incredulidad, pese a su antiguo desaliento, más allá de su hipocresía- se percatará de que las verdades que sabía de sí mismo y sobre la vida dejan de ser abstractas y ahora encarnan en una fuerza viva, que tiene el poder de cambiar su vida, acorde a esas mismas verdades que hasta esos momentos eran irrealizables.
En mi experiencia psiquiátrica he comprobado que los medicamentos ayudan a sobrevivir, pero no a vivir plenamente. Que la psicoterapia individual alienta, guía, rebela los motivos de nuestra existencia infeliz y compulsiva, pero en muchos casos el conocimiento de la propia neurosis no resulta suficiente para desentrañarla y resolverla. Para ello se requiere de una energía superior, capaz de confrontar, dominar y armonizar la estructura de nuestra mente, que desde la infancia fue modelada según un destino neurótico.
Esta fuerza re-modeladora se enciende y actúa gracias a la interrelación en un grupo de seres que cada día son protagonistas y a la vez testigos de la misión común de liberarse de las pasiones compulsivas y neuróticas. En el encuentro con las fuerzas perennes que se activan en toda agrupación tribal, cada quien descubre que “nada humano nos resulta ajeno”, que en la interacción con los otros se recobra el poder original de cada hombre para renovarse, para “volver a nacer”, para “resucitar en esta misma vida”.