Como deciamos ayer…
Con esta frase comenzó Fray Luis de León su clase en la Universidad de Salamanca cuando volvió después de haber estado varios años en prisión a la que había llegado a parar tras la persecución a la que fue sometido por la Inquisición.
Algo me ha recordado esta frase y... el poema...
Vida retirada
Fray Luis de León
¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado ni del dorado techo se admira fabricado del sabio Moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presa a mi contento si soy del vano dedo señalado? ¿Si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh rio, o secreto seguro y deleitoso! Roto casi el navío a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiérteme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no a los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atentido.
Vivir quiero conmigo gozar quiero del bien que debo al Cielo. a solas, sin testiggo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas , de recelo.
Del monte en la ladera, por mi mano plantado, tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego sosegada, el, paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cero pone olvido.
Téngame su tesoro los que de un falso leño se confían; no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el álbrego porfían.
La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna , al cielo suena confusa vocería y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada me basta, y la vajilla de fino oro labrada, sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable- mente se están los otros abrasando con sed insaciable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce acordado del plectro sabiamente meneado.
Lo recordó no sé porqué
Amaly
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