Amiga. Leído tú escrito, y, en primer lugar, me alegro que tu noma y regla la busque y la encuentres en el Evangelio. Creo que yo también hago igual, y no me considero “maniqueo” cuando trato de que los errores, equivocaciones, malintempretaciones, aunque se haga de buena fe, las personas los sigan. Si yo puedo, dentro de mis pobre posibilidades aclararle algo a una persona, y máxime si se le tiene estima, no creo que es decir que solo hay blanco o negro. Cuando se atribuyen poderes extraordinarios a ciertos objetos entonces serán grises, de acuerdo.

En cuanto a la parábola del trigo y la cizaña, habría sido muy provechosa si las autoridades de la iglesia le hubiesen hecho caso. Se hubieran ahorrado de cruzadas, inquisiciones, excomuniones, etc etc.  

“Las parábolas de Jesús presenta,  a un mismo tiempo, la vida “tal como es” , y la vida “tal como tendría que ser”. Pero, si las parábolas presentan la vida “tal como es”, lo hacen para que caigamos en la cuenta precisamente de “cómo tendría que ser”. El que lee o escucha  una parábola, se entera realmente de lo que lee o escucha, si, por una parte, se da cuenta de lo que pasa en la vida, pero, al mismo tiempo, toma conciencia de que la vida podría ser de otra manera completamente distinta y tendría que ser de otra manera  que seguramente nos descoloca y hasta nos desconcierta.

Sabemos que el mal nace a menudo en el bien y entre el bien, igual que la cizaña brota entre el buen trigo. Pero recojo de la misma parábola dos consejos, para evitar que el mal ahogue el bien en nuestra alma y en nuestra vida.

        El primero es aquella invitación del Señor a la vigilancia para evitar lo que en la parábola fue el origen de todo mal: ... mientras los hombres dormían, el sueño, la desatención, la negligencia, que favorecen el error (la cizaña)  que bien iba trabajando el que quería hacer daño…

Los labradores faltaron primero a su deber al adormecerse, y luego hubieran querido hacer incluso demasiado, arrancando la cizaña antes de tiempo.

        El segundo consejo que yo creo que Jesús nos ofrece, se refiere a la paciencia, paciencia con nosotros mismos y con los demás. Paciencia que no quiere decir aceptación del error. Al menos eso entiendo yo. Siempre digo, y repito, que no juzgo a las personas, pero sí a los hechos. Mi abuelo tenía una herradura de una bestia que se la encontró, la puso detrás de una puerta, y me decía que eso era lo que daba suerte y ayudaba a las personas. Yo me reía entonces. Ahora pues no me reiré. Yo también quiero apoyar a mi abuelo.

Y por último, no quiero ser el que dé lecciones a nadie, ni quiero ser motivo de discusión, porque la soga se rompe por lo más endeble; sin que esto quiera decir que me uno a una “adhesión inquebrantable” a una opiniones y razonamientos que está en contra de las ideas que yo pienso, y que con ello no creo “herir” a nadie.

Y tan amigos, Chelo. No hay que dudarlo.