Hay días que hago cabriolas con el mundo. Y otros, que un átomo se sienta sobre mi pecho y me comprime los pulmones.
Hay días que en el cielo distingo varios matices de azules y si surgen nubes, las comparo con alas de ángeles. En cambio otros, apenas un desvaído celeste decora el firmamento y gárgolas tétricas las nubes me parecen.
Hay días en que una orquesta de cascabeles estalla en mi sonrisa, y cantarina mi voz declama glosas de júbilo. Y otros, en que el silencio sobre mí alma se extiende, y mi llanto se entinta de sal y lamentos.
Hay días en que mis ojos, con su fulgor, alumbran mil madrugadas; rivalizando con las estrellas del firmamento. Y amaneceres en que, la tristeza de mi mirada de luto viste a los luceros.
Hay días cálidamente dorados en los que hemos de recopilar alegrías para esos otros que, con hebras de amargura despuntaran ribeteados.
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