Contigo, mi luz, curé la ceguera que en la era de mi vida mantenía clavada una cruz. Esa cruz, sí, que, asentada en la mentira, anida el conformismo con lo establecido por las morales impuestas. Esa cruz que, apoyada en los corales de los mares sin ira, te obliga a renunciar a ti mismo y te impide escalar aquellas cuestas que tus profundos cantares y tu ilusión amiga anhelan. Y, como en un seísmo que en el destruir construye, con su renacer mi visión me mostró unos mundos donde el sufrir termina y la pena huye, donde las almas dejan su alacena y vuelan, donde los corazones ondean sus banderas con calmas canciones, con largas esperas sin cargas ni oscuros reversos, con puros y románticos versos que se disfrazan de prosa para amagar sus cánticos, y que en su ondulado viaje cazan los sueños para venderlos a sus dueños con la amorosa percepción de aquel paisaje donde la amada espera al enamorado, donde tu única religión reza para tenerla siempre a tu lado. Y en un comienzo que de la nada empieza, quiso el hado que me transformara en trovador para poder glosar todas aquellas odas de amor que la mágica vara de aquel cortejo secreto convertía en un inquieto festejo que, con música matizada de balada, resaltaba, entre todas, las bodas de dos ánimas dobladas, de dos seres tocados por las hadas que en su historia nacieron para darse la gloria. Y así, contigo, sigo... Días, semanas y meses cumplieron ya un año y en verdad no hallo apaño que ponga remedio a lo que callo en mi ansiedad escribiendo. Y sigo, sigo viendo lo que tú quizás verías si a través de las ventanas de mis sentidos hubieras escuchado la milonga que, con tus cumplidos halagos, resonó cual eco reiterado en el vado donde mis desesperanzas se acomodaban y despertó mis vagos y cansados ideales del seco adormecer de los rendidos. Y en el mecer de los recuerdos mis añoranzas curaron mis males vistiendo la locura de tu imposible tenencia con cuerdos proyectos que estiraban la curvatura de mi paciencia para otorgarle nuevos y rectos ánimos, para hacer creíble lo que las dudas y la moral pretendían negar con vehemente elocuencia. Y contigo, así, sigo. Sigo guardando en el archivo que mi mente más alumbra aquellas bellas frases que quizás en un cruzar el portal de tu sentir vencerían el miedo que deslumbra, dando paso al ocaso del pasado y al germinar en ti de un nuevo credo, aquel que ambienta con suaves compases y gobierna con tierna misión el misterio que cuenta las claves, la única razón donde el imperio de tu auténtica felicidad podría esconder su verdad. Y en la computadora lucieron unas letras que en un precioso y rimado juego de palabras mecieron la cuna de mi tranquilidad hasta que, con un bostezo de mis ansias, pude despedir mi discurso y recuperar el sueño. Y en un hoy vuelto mañana releí lo escrito y decidí acabarlo con un bonito: “Ayer me acosté otra vez, después de conversar contigo, y pude por fin descansar...”.
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