La manera en que expresamos o disimulamos nuestros sentimientos y la carga emotiva con la que acompañamos las palabras dicen mucho de nosotros y de nuestra capacidad para conectar genuinamente con quienes nos escuchan. Se cuenta del novelista americano Mark Twain se estaba vistiendo con mucha prisa una mañana y notó que le faltaban un par de botones en la única camisa limpia que le quedaba en el armario. Twain se enfureció y comenzó a soltar una sarta de improperios y juramentos. Cuando se le pasó el berrinche se sorprendió al ver en la puerta del cuarto a su mujer, que, echando humo pero sin levantar la voz, repitió pausadamente una por una cada palabrota que él había pronunciado. Cuando acabó, miró silenciosa a su marido, esperando avergonzarle. Twain reflexionó un segundo, y con un guiño de picardía, respondió: Querida, tienes las palabras, pero te falta la melodía.
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