
Me recitaste el otoño entre las rejas de tu alma, por donde se escapaba el último aliento de esperanza. Arrastrabas tus pasos como palabras malheridas por mi mente maltrecha. Miré en la lejanía como Sultán en tus manos me decía que los pájaros emigraban de la tierra fría. Miré con mis ojos escarchados de tristeza el futuro, el tuyo y el mío, tan vacío de luz, tan hueco de perspectiva, que me puse a navegar por ese mar que nos abraza aunque la lejanía de sus aguas saladas no endulzara nuestra desdicha.
Y, sin embargo, Sultán nos acercó a la grandeza de ese otoño que se resbalaba de nuestros corazones.


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