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Sentada la mañana en la ventana,
Parecía triste, gris, callada…
Como si no prometiera nada,
Y solo un suspiro bastara,
Para saberla viva,
Para poder tocarla.
El la miraba triste,
La sentía tan lejana,
Ella solo tenía la mirada cansada,
Y el cuerpo de niña escondido entre canas.
Recostada su silueta delicada en la ventana,
Parecía contemplar la nada.
Y él quería escarbar su alma para poder alcanzarla;
Quería encontrarla,
Que volviera a verlo,
Que le sonriera de nuevo,
Para poder tan solo besarla.
Se arrimó lentamente,
Rozó su espalda
Y en un gesto furtivo,
Recorrió su falda…
Ella estaba ahí…tan quieta y callada,
Con la mirada empañada,
Y aunque sintiera sus dedos,
Y una corriente en las entrañas,
No pudo sonreír, solo miraba…
El la amaba tanto…
Ella callaba…
Y la ventana parecía fría, de porcelana,
Sin un alma, sin caricias, ni mañanas.
¡De repente un destello!
Un rayo de sol la atravesaba,
Y ella sonreía, lo miraba…
Le decía – hola amor ya te extrañaba-
Y luego…callaba.
Él le decía – no te vayas,
Amor no te vayas…-
Nuevamente un suspiro, largo, tranquilo;
Él esperaría al próximo destello de luz en su cara,
Hasta que lo mirara…
Hasta que ella sonriera…
Hasta que otra vez lo amara…
Con un gesto…
Un beso o una simple mirada…
Es que la amaba tanto…
Tanto…
Tanto…
El vació, la montaña lejana…
Con la mirada gris, con la frente cansada
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