En Estados Unidos se divorcian todos los años los padres de un millón de niños. Sin duda, las parejas no pueden darse cuenta lo mucho que afecta a los hijos la separación de sus padres.
Un niño queda siempre condicionado por esa situación, lo que hace necesario e indispensable, para disminuir los efectos de esa crisis, que puedan atravesar esa circunstancia de la manera menos cruenta posible.
Los hijos no quieren perder a ninguno de sus progenitores, por lo tanto, tienen que sentirse seguros que no perderán sus presencias y sus cuidados; y tienen que tener la oportunidad de que ambos les den una explicación.
Vivir en pareja es un desafío que sus integrantes no deben idealizar pensando que nunca tendrán dificultades serias.
Por más amor y felicidad que sienta una pareja cuando se une, llegará inevitablemente el día en que no podrán ponerse de acuerdo, en que tendrán distintos puntos de vista aparentemente irreconciliables, opiniones diferentes, roces y discusiones; que se irán multiplicando si cada uno no respeta al otro como una persona con el derecho de tener pensamiento propio.
Las técnicas de negociación, que utilizan las empresas, los partidos políticos y hasta la diplomacia, son óptimas para implementar en las relaciones familiares y llegar a un acuerdo, aún en las circunstancias más divergentes y críticas.
Negociar significa ceder para ganar, porque el adversario nunca se conformará si sólo pierde posiciones y no tiene ninguna posibilidad de conseguir nada.
Las discusiones más fructíferas son las que no incluyen gritos, insultos o calificativos ofensivos, porque cuando se levanta la voz y se pierde el control, no se puede razonar y menos negociar.
Muchas parejas se separan por nimiedades, insignificancias que podrían haberse solucionado manteniendo ambos un discurso civilizado. Pero las emociones negativas como el orgullo, los celos, la necesidad de venganza, el odio circunstancial y la inmadurez de los cónyuges, llevan a socavar la relación, aunque ambos en el fondo aún se amen.
Cambiar de pareja no es necesariamente una solución, porque una persona que ha tenido dificultades para mantener una relación, es altamente probable que reitere sus patrones de comportamiento y fracase nuevamente.
Cada uno aprende a relacionarse según los modelos que ha tenido oportunidad de conocer, principalmente los que les brindaron sus padres como personas más significativas.
Uno de los problemas comunes que afecta a las parejas es la necesidad de dependencia y la tendencia a amar en forma posesiva.
Esta característica hace que no se desarrollen como personas individuales y vivan pendientes del otro, ocasionado el desgaste de la relación; porque no crecen individualmente, no tienen vida propia y los otros, tanto su pareja como los hijos se convierten en prolongaciones de ellas mismas.
Los hijos tienen derecho a saber lo que pasa entre sus padres, cuando la situación ya es incontrolable y exige una definición.
No pueden permanecer al margen, necesitan que sus padres les expliquen qué es lo que está pasando con claridad y los tranquilicen, para que puedan seguir creciendo normalmente y continuar con sus vidas de la mejor manera.
Pelear por los hijos es nefasto para ellos, porque independiente de cómo sean los padres, los aman y no están dispuestos a perderlos.
La familia es un grupo y la conducta de cada uno de sus miembros influye en todos los demás; y el divorcio en los hijos provoca retrocesos en su desarrollo.
Es necesario hablar con los hijos antes de que se produzca la separación o el divorcio. Los padres tienen que ser sinceros y despedirse entre si amigablemente, recordándole a los hijos que han sido dos personas que se han querido mucho pero que ahora desean seguir caminos diferentes, no porque no se quieran más sino porque necesitan el cambio por la razón que sea, pero que no dejarán nunca de estar relacionados porque están ellos, que los necesitarán a los dos siempre incondicionalmente a su lado.
Los niños pasan factura a sus padres cuando crecen y ninguno puede evitarlo, sólo les queda actuar en forma responsable viendo más allá de ellos mismos y reconociendo el daño irreparable que pueden causar a sus hijos.