La familia tradicional ha pasado por muchas crisis debido a los cambios sociales, políticos y económicos; y la rigidez de las antiguas estructuras familiares se fue flexibilizando en función a las nuevas maneras de pensar, a los cambios en la educación y en la distribución del trabajo.
La familia es la célula de la sociedad y en su conjunto forman el cuerpo social.
En los países desarrollados y más aún en los que están en vías de desarrollo, hoy en día se puede afirmar que este cuerpo social está enfermo y sufre un desequilibrio que amenaza la felicidad de todos, la paz social, la seguridad de las personas, y que quita la esperanza de lograr un mundo mejor.
Una familia comienza siendo una pareja; dos personas que se aman y que se comprometen a estar juntos, a apoyarse mutuamente y a construir un hogar para ambos y sus futuros hijos.
La pareja es la columna vertebral de la familia, a partir de la cual los hijos podrán construir sus vidas con bases firmes y donde también los padres podrán seguir creciendo y realizándose, desde las limitaciones que les impongan sus responsabilidades como padres.
Si la pareja es inestable, insegura y se comportan ambos como adolescentes, deseosos de continuar una vida de diversiones y escapismos, la familia corre el riesgo de naufragar en un mar de confusión y los hijos serán los primeros en pagar las consecuencias.
La familia es el marco de referencia que tiene que mantenerse firme aún en las peores tormentas, un lugar de encuentro, de comprensión, de paz, que pueda sostener a sus integrantes en los momentos de debilidad que indefectiblemente todos algún día tenemos.
Los hijos necesitan el continente familiar para moldear su carácter, educarse y sentirse seguros de ser amados por sus padres, quienes tienen que hacerse responsables de proveerles lo necesario para su crecimiento y desarrollo.
La presencia de los padres está hecha de tiempos presentes vividos con intensidad, con interés, satisfacción y amor, para que sea posible la comunicación fluida y la atenta escucha.
Este modo de criar a los hijos, con intermediarios todo el día, es una manera elegante de eludir la responsabilidad y una forma de abandono, porque si se elige tener hijos, no se puede elegir estar ausente todo el día como estilo de vida.
Tener hijos no es un trámite, ni ellos son parte del mobiliario que se necesita en el hogar. Un hijo es una persona que en algún momento, indefectiblemente, les hará rendir cuentas a los padres, y les hará pagar caro su abandono, porque sentirán que no tienen nada que perder.