Para los cristianos, el sentido profundo de la Navidad es el nacimiento del hombre nuevo, más racional, coherente, compasivo, sabio y sereno.
Todos sabemos que solamente un hombre bien nacido, cuidado con amor, podrá tener esas cualidades y que además podrá ser generoso, valiente, confiado, desinteresado y bondadoso.
Por eso es necesario que quienes deciden unirse por amor de común acuerdo, no engendren seres humanos por descuido, sin haberlo pensado bien y sin comprometerse en el futuro a criar y educar a sus hijos con esmero.
Navidad es la celebración de la familia, que todos deberían vivir en forma pacífica.
Sin embargo, es una ocasión en la que muchos se vuelven intolerantes y egoístas y están dispuestos a pelearse por celos, desacuerdos o diferencias, porque no quieren perdonarse agravios mutuamente.
Es una fecha que remueve ansiedades y en que muchos aprovechan la oportunidad para demostrar que aún persisten los resentimientos.
El perdón hace bien, mejora la salud, tranquiliza los nervios y libera del miedo, tanto al que perdona como al perdonado; porque el perdón tiene el poder de purificar la mente.
En Navidad, el sentimiento de soledad suele apoderarse de los corazones solitarios, porque es una fecha que invariablemente recuerda otras navidades felices, cuando aún estaban los que ya se han ido.
Todo cambia y se renueva y los jóvenes también se alegran de estar con su familia, porque es una experiencia que refuerza su necesidad de pertenencia.
El espíritu de la Navidad debería trascender algunas costumbres adquiridas por tradición, heredadas de nuestros ancestros europeos, que vivían sus fiestas de fin de año en invierno.
En este hemisferio obviamente es verano y las altas temperaturas nos obligan a ser más frugales y a sentirnos mejor al aire libre, y no a refugiarnos al calor del hogar disfrutando de platos fuertes y calientes, como hacen ellos.
Sin embargo, muchos persisten en imitar la Navidad de otro lado, adornando con nieve los arbolitos y esforzándose por poner en la mesa gran cantidad de platos fuerte.
En muchos hogares la gente suele sentirse feliz en esta fecha tratando de evitar disgustos, roces y peleas; son capaces de perdonar y atreverse a experimentar la emoción del reencuentro, y hasta de incluir en el seno familiar a aquellos que por algún motivo están solos.
Otras familias, en cambio, aprovechan estas festividades para desenterrar antiguos rencores y se atormentan acumulando oscuros pensamientos.
La vida nos ofrece una oportunidad ideal como esta, para la reflexión y la reconciliación, porque no necesariamente es una celebración que se reduce a comer y a tomar como lo haría un náufrago que ha estado perdido en el océano; sino que es de esperar que también tengamos tiempo para dedicar a las cosas del espíritu y alimentar el alma con nuestros mejores deseos.
Todos tenemos deudas kármicas, actitudes que tal vez alguna vez nos avergonzaron, olvidos voluntarios, excusas, omisiones, faltas sin remedio que podíamos haber evitado; y puede ser importante para nosotros tener el propósito de cambiar en un futuro cercano, como por ejemplo ser capaces de ser más responsables y de cumplir con todos nuestros compromisos.
Podemos estar seguros de que si eso hiciéramos, lo que volvería a nosotros desde afuera sería el reflejo, porque los otros son nuestro propio espejo.