
Nací en la colina de tus ojos allí donde pensé… que el olvido nunca moriría, donde la nieve es púrpura de día y en la noche… el alba, anida en los sueños, allí quedé.
Allí quedé inmerso en lo profundo atrapado como miel en las abejas, como mares de coral a la deriva como una rosa sin espinas.
Sin espinas he vivido tu delirio sin cansancio de amar hasta tu sombra, sin conocer la palabra olvido entre los besos, que adornaban nuestras horas.
Nuestras horas… que hoy las cuento poco a poco, entre el dolor de unas sábanas desiertas tan blancas, como las manos que te ofrezco y que me permiten… hablarle a la locura.
Locura… que navega entre la nada… la nada… que traspasa hasta el silencio… silencio… que anida en el alma y el alma… que al corazón llora susurrando… que la locura y la nada son la razón del silencio.


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