
Enfrente, en un portal, un viejecito miraba sin comprender... Minúsculas ideas rodaban con prudencia en su memoria: los barcos llenos de mástiles, los tranvías caminando calle abajo, las estaciones con anécdotas entre las nubes de algún tren... Polvo de estrellas en las ruedas de su carro y algún guardián hambriento siguiendo aquella huella. Había una vez tres amigos... recordaba... y la ciudad... , el campo... y la buena Feliciana. En el zaguán, una parejita y en el patio, bajo la luna, la eternidad lo esperaba. El héroe que no fue soñaba convertirse en ceniza de mármol brillante, bajo la sombra de sus dudas, de su tiempo tan cercano... Un viaje en diligencia lo aguardaba... Era el primer día, de su larga travesía.


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