De mi camisa de gasa hizo su mantón el viento, destapando mis caderas desvelando mis secretos; me despojó de vestidos el olor del limonero.
Resbalaban como peces tus ojos sobre mi cuerpo.
En el brocado sedoso de las sábanas del sueño aleteaban murmullos. No me tocaban tus dedos y aun así me estremecía con el roce de tu aliento;
Se deslizaba en mi piel el caudal de tu deseo
La noche se desvelaba en la fronda del almendro por temor a que te fueras cuando estuviese durmiendo. Yo me soñaba desnuda en el umbral de tu pecho.
Un milagro se escondía en mi patio de silencios
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