Serán, habibati, siempre, tus brazos mi derrotero; tras tus huellas mis pisadas te seguirán al destierro; tu pecho será mi hogar tu sombra será mi techo
Adiós luna de Albaicín que me acechabas con celos
Con la esperanza en la alforja nuestro hado seguiremos. Mi mano asida a tu mano, tu hijo en mi vientre llevo rumbo al Maghrib al Aqşá patria de nuestros ancestros
Adonde sopla el Siroco habrán oasis amenos, los dátiles serán dulces con el sabor agareno de tus labios cuando dices “Habibi yo soy tu dueño”.
Te miro y lloro, Granada. Sigo a mi amor y te dejo.
Adiós mi patio de aromas que huele a jazmín y espliego.
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