Noche amiga, aunque huyan, el resplandor de la luna sobre la mar en ciegas búsquedas de amores desconocidos, las fiebres de cabellos ensortijados y crespos donde la piel gana tersura con el yodo húmedo de la brisa marina.
Aunque huyan, hay ojos que se ocultan centelleantes en el filo de las palabras, y enardecese el corazón con leales confidencias de edades por venir.
No dejaremos que nos alcance la aurora, soñaremos desvelados en las ajedrezadas sombras de las acacias, que quizás guarden pájaros dormidos, doblaremos nuestras rodillas al fulgor de la luna, de la música guarecida en el oído como escalaria de oro y escalofrío.
Guardo un esquife de cartón piedra en mi memoria, movido por un sensitivo placer de dedos que palpan la nada. Pero tú, noche amiga, sabes encenderme la sangre, dar azogue a mis ideas, que aladas, se visten clámides de púrpura y desafío.
Nuestras armas relucen valerosas, como piedras recién horneadas, en donde se incrustaran los soles de galaxias recién nacidas. Para nada sirven, pero que bien se asen, sin herida que sangre ni venganza que perturbe.
Conducimos dentro del pecho el alud de tristezas e incertidumbres para que se adormezcan con el mirto y los duendes en el último pliego de las soledades. En estas horas vindicaremos el blanco de las hojas que acrecen la noctámbula vigilia en suspiros que se escaparon por las playas ensombrecidas, …más, de mares nocturnos refulgentes
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