Besar amorosamente es un acto que además de producir placer sensual, desencadena una serie de mensajes químicos neuronales que excitan sexualmente, emocionan íntimamente, brindan sensaciones de regocijo, motivan para el acercamiento y aumentan la sensibilidad del sentido del tacto.
Un beso tiene mucho significado para los integrantes de una pareja y puede expresar información sobre la profundidad del vínculo.
El hábito de besar, desde el punto de vista evolutivo, pudo haberse iniciado a partir del modo en que los primates hembras alimentan a sus crías, masticando su comida y dándoselas en la boca.
Otros científicos proponen la teoría que supone que besar forma parte del ritual de apareamiento y representa una práctica significativa en el proceso evolutivo relacionado con la elección de pareja.
Hay tantas maneras de besar como formas de amar, porque el beso es el modo de expresar sin palabras los más profundos sentimientos o los más lujuriosos deseos.
Según el psicólogo evolutivo Gordon G. Gallup, de la Universidad de Nueva York, el acto de besar implica un intercambio de información a través de los sentidos, sobre la compatibilidad genética; y forma parte de los mecanismos que se fueron incorporando a la conducta humana en el proceso de evolución.
Es probable que las feromonas hayan acelerado ese proceso, ya que muchos animales e inclusive las plantas, utilizan este mensaje químico para la comunicación los miembros de su misma especie, como por ejemplo, los insectos.
En los humanos parece no existir un órgano receptor de feromonas específico, sin embargo algunos científicos suponen que tiene que encontrarse entre la nariz y la boca.
La posibilidad de la comunicación química a través de los sentidos podría explicar la sincronización de los ciclos menstruales entre mujeres que cohabitan en la misma vivienda.
Uno de los químicos que contienen las feromonas humanas podrían encontrarse en el sudor masculino, que puede provocar excitación sexual en las mujeres; así como sucede con las hormonas vaginales femeninas que se ha descubierto que aumentan el nivel de testosterona y el deseo sexual de los hombres.
El beso influye en la producción de sustancias químicas que controlan el estrés en los humanos, favorecen los vínculos sociales y la relación sexual.
Los labios poseen gran cantidad de neuronas sensoriales que junto a las de la boca y la lengua envían mensajes químicos al cerebro y al cuerpo produciendo sensaciones placenteras, intensas emociones y reacciones orgánicas.
Besarse provoca un aumento de los niveles de oxitocina, que es la hormona que se relaciona con los vínculos sociales; el reconocimiento social, el orgasmo masculino y el parto.
Sin embargo, las mujeres que participaron en esta investigación que realizaron la psicóloga Wendy L. Hill y Carey A. Wilson de la Universidad de Lafayette, para presentar en la reunión andual de la Sociedad para la Neurociencia en 2007, no mostraron evidencia de que el beso fuera un estímulo suficiente para conectarse emocionalmente o excitarse sexualmente. Pero es probable que las voluntarias femeninas necesitaran un ambiente más romántico que la atmósfera de un laboratorio para responder normalmente.
Los estudios revelaron que tanto en varones como en mujeres los niveles de cortisol bajaron al besarse, por lo que se puede inferir que el acto de besarse reduce el estrés.
Además, besarse tiene otros efectos, como estimular el pulso y la presión sanguínea, dilatar las pupilas, hacer la respiración más profunda e inhibir el juicio crítico, la reflexión y la prudencia.
Un beso puede dar inicio a una relación o ser motivo para no iniciarla.
Según un estudio realizado por Gallup en 2007, en una población de 1041 estudiantes universitarios, el significado de un beso para un hombre es la posibilidad de una relación sexual pero para la mujer tiene un significado emocional relacionado con el nivel de compromiso a largo plazo que le demuestra el hombre.
Sin embargo, no todos los humanos se besan, incluso existen culturas asiáticas que al acto de besarse lo consideran indecente.
Fuente: “Investigación y Ciencia”, No.45/2010, “Labios que besan”, Chip Walter, del Instituto Mellon de la Universidad Carnegie Mellon.