
Ayer, de improviso, enajenada, equivoqué los pasos y me adentré en un paisaje -fronda y arena- ya desterrado.
Un verano remoto y amarillo se me vino encima; candela que irradió la semilla petrificada de un anhelo.
El impacto, por unos instantes, inflamó el respiro. Luego, la nieve del pasado reclamó su reino y los signos se templaron.
Retiré las telarañas de mi frente y giré los pasos, crecida, antes de que las sirenas intempestivas osaran adularme.

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