¿Qué aguardas?, di. Tú, solitaria sombra amarga, ahí conspirando con la espuma, mientras tu alma se adelgaza. Di, ¿qué aguardas?, sombra ajena a la fortuna, mujer desnuda de hombre y amor.
Tu cuello, blanca luna que se recuesta, tu boca, sed y grito convocando fuegos transparentes que te alleguen, a esa orilla que se te niega. Tus ojos, llamas negras y prohibidas, lento humo para mi desvarío.
Mi vencida voz impaciente se posa en tu figura impasible. Y sigo aquí, neutro heraldo que conmueve, y en vano te nombra.
Y pierdo la verticalidad de este deseo que fracasos sangra, y giro dentro de la soledad que me cubre con la sierpe de tu desprecio, y me acuna la cóncava luz fría que deriva hacia el témpano voraz que en mi costado se demora.
¿Qué aguardas?, di, suspendida en la arboladura donde sentaste tu sombra.
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