
Menesteroso estabas de jolgorios sin fundamentos, de jaranas sin sentidos, o acaso, con el único propósito de atarear la taciturna mente, con estampas jubilosas, con tonadas de bulliciosa dicha; con imágenes oníricas que consiguieran hacerte volar por un cielo de lunas doradas como cañas de azúcar. De soles arrebolados deshelando, los carámbanos aciagos que acechan emboscados el edén de tu ánimo y, amenazan con condensar, una décima más si cabe, los claroscuros pensamientos en que vagas cariacontecido.
Ahora que este tormentoso vacío te ha poseído haciendo mella en tu seno, el grueso de tu entorno parece confabulado para que , la insonoridad, muerda tus oídos sin conmiseración. Silencios levitando por tu mundo interno, sin hollar el suelo, colándose cual taimada bruma, por las rendijas de la acongojada alma. Fertilizándola con humus de tupidos presentimientos, esquejándola de flores de aprensiones.
Hoy que sólo ansías que te canten, que suplicas a la algazara que difumine al desanimo hoy, no hay ruidos que acompañen a tus horas huecas, ni carcajadas que espanten a tus grises visajes trocándolos en lustrosas sonrisas. Ahora que anhelas obviar la seriedad, entre melodías de venturas y fuegos; en conciertos de consuelos, gracias y esperanzas. Sólo te escolta la soledad, sin voces, arcos, ni cuerdas; logrando que te aplasten los silencios y que el centro de tu universo palpite supurando, afonías y sombras.


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