
Sin resuello corrió para salvarse. Cada paso lo alejaba un poco más de la yerma estepa donde se helaba. Vagando la edad vivida. Corrió en busca de frondosos bosques; que colmaran su espíritu con savia fresca y desecaran de su seno la desesperanza que lo consumía. Corrió sin volver la vista atrás, los ojos clavados en la lágrima de luz que divisaba al final del recorrido. Y mientras huía fue desprendiéndose del lastre acumulado en tal cantidad de años huecos. Se quedó libre de los huéspedes que en su sangre se alimentaron por infinito tiempo, convirtiéndolo en un ser vacuo sin aliento ni brillo. El viento arrastró a otro mundo el pesimismo y la mentira. Del corazón desterró al egoísmo que campaba espada en mano. Desposeyéndolo de odios lo vistió con velos de ternuras. En la mente perecieron las obsesiones negras y brotaron coloridas ilusiones. En la mirada se diluyeron toneladas de cegueras. A borbotones bebió límpidos caminos. Los pulmones anegó de flamantes aires, que lograron hacerlo sentir interiormente redivivo; sacramentado por creencias en si mismo. Fue engendrado y parido de nuevo, con el alma impoluta y las alas libertas de nocivas rutinas. Olvidando monumentales empresas, exploró pequeños senderos que lo llevaran a hacer reales sus pletóricos sueños de una prometedora vida, que realmente merezca el honor de ser vivida.


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