El filósofo Jan Smuts dice que la naturaleza es un modelo de evolución, porque cada parte es un todo que a su vez es parte de otra totalidad mayor.
Existe la tendencia en el Universo de producir totalidades organizadas cada vez más grandes y más elevadas. Como la mente humana forma parte del cosmos se puede inferir que también la psique posee la misma disposición jerárquica natural, con la posibilidad de transformar sus estructuras en unidades cada vez más elevadas.
Las distintas corrientes de psicología evolutiva, que se ocupan de investigar y explicar las distintas etapas del desarrollo de un ser humano, coinciden en interpretar el crecimiento como una sucesión de estadios de complejidad creciente.
La pregunta es ¿cuál es el desarrollo más alto al que se puede llegar y qué características tienen las etapas superiores que revelan los seres humanos más evolucionados.
Se pueden considerar seres evolucionados, los místicos y sabios del mundo como Buda, Lao Tse, Sócrates, Jesús, etc. Suponiendo que el sabio místico es la expresión máxima de evolución hasta ahora, tendremos un modelo aproximado al estado supremo de la conciencia.
Los niveles inferiores de la evolución representan funciones y procesos biológicos simples, como son los procesos somáticos, los instintos, las sensaciones y las percepciones simples, los impulsos sexuales y emocionales, en suma el ego corporal.
Este sentimiento del ego es un residuo de un sentimiento anterior más amplio que abarcaba todo el universo que tuvimos cuando nacimos y durante los primeros meses de vida; o sea la conexión inseparable con el mundo exterior; y en esa etapa inicial es cuando se expresa el potencial de la conciencia.
El ego trasciende ese estado de fusión y se identifica más tarde con el cuerpo.
Posteriormente, con el lenguaje, emergen las funciones mentales y el mundo de los símbolos y de las ideas, que se elevan por encima del ego corporal.
El sí mismo mental, a medida que se va diferenciando del cuerpo, lo trasciende y puede operar sobre él; aprende a postergar y a sublimar las energías sexuales y emocionales y las desplaza hacia actividades más evolucionadas.
Este proceso se va intensificando con el paso del tiempo y el sí mismo se hace transverbal, trascendiendo la mentalidad del ego verbal hasta que el cuerpo y la mente pueden ser llevados a una integración de todos los niveles de la personalidad.
El ego es el nivel de conciencia más estudiado por la psicología occidental, porque ha ignorado la existencia de cualquier otro nivel superior.
Por esta razón, la psicología transpersonal tiene que recurrir a las escuelas de pensamiento de los sabios místicos de Oriente y Occidente, que coincidían sorprendentemente en forma unánime, en los alcances ilimitados de la naturaleza humana y en la existencia de niveles de conciencia más elevados.
La conciencia es capaz de diferenciarse de la mente y del cuerpo y de trascender sus capacidades, como por ejemplo ocurre en la intuición y la inspiración religiosa, en la que Dios es la culminación arquetípica de la propia conciencia.
San Clemente dijo que quien se conoce a si mismo conoce a Dios; y la psicología transpersonal dice que quien conoce su supermente conoce a Dios, que significa lo mismo, o sea que puede abarcar la unidad.
Fuente: “Más allá del Ego”, Abraham Maslow y otros.