El motor que nos mueve a la acción es el deseo de autorrealización. Sin este impulso vital, estrictamente humano, no tendríamos ningún proyecto, ni podríamos superar la angustia existencial.
Este deseo siempre permanece insatisfecho aún cuando tengamos resultados; porque es el que nos obliga a continuar con la búsqueda inagotable de nosotros mismos, a vislumbrar un nuevo horizonte y a volver a empezar a pesar de los obstáculos.
El hombre ha perdido sus instintos, se ha liberado de ellos y esto le ha permitido construir un universo simbólico.
Cada ser humano es único y reacciona de acuerdo a como haya sido su herencia, su historia personal, su personalidad, sus valores y creencias y su contexto.
La herencia está en los genes; pero la historia personal se construye viviendo, puede condicionarnos o favorecernos y depende de la familia, la formación, la educación, y cómo se han vivido las experiencias.
La personalidad es el producto del temperamento innato y del carácter adquirido a través de la interacción social; y los valores y creencias son las que se incorporan en la infancia mediante sucesivas identificaciones con las personas significativas. En cuanto al contexto, es el que determina las necesidades y las oportunidades para participar creativamente, según las propias aptitudes.
El aprendizaje a través de la familia y la sociedad permite el desarrollo de las conductas que se relacionan con las relaciones interpersonales, la reproducción, la vida sexual humana, el cuidado de los hijos y el trabajo.
La Neurociencia ha mostrado que incluso en animales, si las crías no han recibido cuidados maternos, sufren modificaciones neurológicas que hacen que hagan lo mismo con su propia descendencia. De manera que el instinto en los animales, no es suficiente, sino que requiere del aprendizaje adecuado que proviene de uno de sus ancestros adultos; porque genéticamente, el manual interno de comportamiento se pone en funcionamiento si existe aprendizaje.
Carecer de los instintos básicos convierte a los seres humanos en individuos sociales más que naturales que dependen más del aprendizaje que los animales; y esta ausencia de patrones instintivos ha llevado al hombre a convertir sus deseos básicos en fines socialmente aceptables.
La vida humana es angustia que puede ensombrecer la vida, principalmente en situaciones de pérdidas. La rutina, la falta de interés que nos puede producir lo cotidiano cuando no es creativo, y la falta de crecimiento, hace que en circunstancias normales, surja nuevamente el deseo de autorrealización y podamos construir nuevos proyectos que nos harán sentir otra vez unidos a la vida enfrentando nuevos desafíos.
Este deseo de autorrealización es una señal de salud, porque nos impulsa a sobreponernos a las dificultades y a seguir adelante.
Cualquiera sea el momento de la vida que se esté transitando, siempre podremos alcanzar un objetivo más y mientras tanto disfrutar de los procesos.
El deseo de autorrealización, aunque sea una necesidad social, no tiene que ver con lo que hacen los demás; porque tiene un significado estrictamente personal y se relaciona solamente con las habilidades e intereses específicos propios. Por esta razón, cuanto más auténticos logremos ser más posibilidades tendremos de contribuir en la sociedad con nuestra creatividad.