El secreto de los grandes genios parece ser la capacidad de vaciar su mente de todo contenido y de toda preocupación; pero aquietar la mente es difícil cuando se vive acuciado por las obligaciones y esclavo del reloj.

Sin embargo, se puede aprender a relajarse y a cambiar nuestra manera de pensar y nuestra forma de vivir acelerada.

Nuestro cerebro está acostumbrado a funcionar saltando de un pensamiento a otro para poder reaccionar a tiempo, casi sin reflexionar, y aprovechar cada minuto del día; pero de esa forma nos condicionamos también a estar siempre en actividad para evitar el aburrimiento, llenando todo instante de nuestras vidas con distracciones.

Tener nuestra mente repleta de pensamientos es no saber usar el mayor recurso que tenemos que es el cerebro, porque es capaz de hacer cosas extraordinarias si aprendemos a relajarnos de vez en cuando y le brindamos la oportunidad.

Cuando disminuimos la velocidad de la mente también mejora la salud, aumenta la calma interior, la concentración y la posibilidad de ser creativo.

Según los expertos en estos temas, el cerebro tiene dos formas de pensar: una rápida, que es la forma racional, analítica, lineal y lógica; y una lenta que es intuitiva, difusa y creativa.

El pensamiento rápido es el que se pone en funcionamiento cuando trabajamos bajo presión, como una máquina, y el que nos permite solucionar problemas puntuales.

El pensamiento lento es el que funciona cuando no estamos apurados y tenemos tiempo para que las ideas fluyan a su propio ritmo.

Cada una de estas dos formas de pensar producen distintas ondas cerebrales; el pensamiento racional, ondas beta y el pensamiento intuitivo ondas alfa y zeta.

La relajación hace que el pensamiento sea más lento y que pueda ser más creativo.

La creatividad no suele producirse en una oficina donde todos están apurados haciendo varias cosas a la vez, sino cuando uno se encuentra relajado y tranquilo e incluso cuando estamos realizando alguna tarea que nos agrada sin ningún apuro.

Los grandes pensadores conocían sin duda el valor del sosiego, de la calma mental y de la serenidad.

Los científicos más sobresalientes son capaces de estar horas realizando una observación que les interesa y pierden la noción del tiempo, como si estuvieran en estado de trance.

Pero en realidad, no se trata solamente de utilizar el pensamiento lento, porque también tenemos que analizar racionalmente las ideas que fluyen desde nuestro interior; sino de combinar con inteligencia ambas formas de pensamiento.

Las máquinas son rápidas, exactas, eficientes, pero mecánicas; y el hombre puede ser lento, inexacto pero brillante. Las máquinas y el hombre pueden ser capaces juntos de cosas que parecen imposibles.

Las personas inteligentes son las que saben cuándo tienen que actuar con rapidez y cuando con lentitud.

Para poder llegar a utilizar el cerebro mejor es necesario aprender a relajarse, liberarse de la impaciencia, aceptar la incertidumbre y la no acción, dejar que las ideas fluyan solas sin esfuerzo y actuar con rapidez solamente cuando es necesario.

La meditación es la mejor manera de acostumbrar a la mente a relajarse, pero además, baja la presión arterial y produce ondas alfa y zeta que son las más lentas; y tienen efectos que duran mucho tiempo.

Fuente: “Elogio de la lentitud”, Carl Honoré.