Nos gusta quejarnos, y es un derecho que debemos ejercer; pero no se puede comprender una queja, si a la vez uno no pone los medios para intentar dar remedio. Es fácil quejarse para que los demás se pongan en marcha, pero hay que implicarse en las cosas. Siempre nos decimos, ¿para qué?, si no funcionará o; es imposible que yo pueda cambiar el mundo.
No lo podemos cambiar, pero hasta las cosas que da la sensación que no son importantes, forman parte de un engranaje, y son indispensables.
Otra cosa diferente, es que queramos cambiar a los demás. Todo lo que actúa en contra de nuestro gusto, lo criticamos, pero no siempre intentamos comprenderlo. ¿Podremos salir ilesos del daño que queramos hacer al otro? Seguro que no, aunque tengo mis dudas, ya que a veces te hacen daño de manera injusta y adrede, y encima eso les beneficia, y tú te quedas con el.
Bueno, parece un sermón, pero me dio por ahí.