
El pensamiento es la carta invisible, aquella que no logró plasmar la tinta. Es la que resolvió viajar lo eterno, es la que nos preocupa por distinta.
El pensamiento es la incógnita constante que deja su soledad si tiene risa, si la moja el llanto o el enojo o se pone el antifaz de la caricia.
Cuando se encierra en vagas expresiones y el desgano lo muestra dolorido, se lo intuye tanteando la tristeza o comiendo en la mesa del vencido.
Tiene la libertad y la paciencia para llegar sin boleto al infinito, hurtarle al sol los rayos de su esencia y dejarle a la luna sus olvidos.

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