Dicen que por la boca muere el pez, y que verdad es...¡Cuántas veces hubiera sido preferible haber callado...! Y, a la vez, ¡cuántas veces nos callamos cuando debemos hablar...!
A veces se nos escapan las palabras como si llevaran un resorte, son las que nos mueve la ira. Parece que nos van a tapar la boca, y por eso la soltamos de manera atropellada, pero...no siempre son ciertas. Hay ocasiones que sólo se dicen por el simple placer de hacer daño en respuesta a algo que nos hizo daño. Es difícil recoger la palabra, mejor dicho, imposible y, aunque haya perdón, la palabra tiende a grabarse a fuego en el otro. Seguramente esa es la razón por la cual, en las peleas, se sacan todos los trapos sucios.
¡Qué difícil se hace recordar contar hasta diez antes de hablar...!
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