
Muchas lágrimas asomaron a mis ojos, pero no secaron el alma. Noches de amor insomne en soledad.
Nuestros caminos se cruzaron por dictado de las estrellas; pero la fuerza del rayo, su ronca voz, los agrietaba separándolos. Yo tendía mi mano, necesitando que me tomaras en tus brazos, para saltar los abismos.
Muchas veces me aupaste en ellos, y en el encuentro, sólo brotaba el amor. Se olvidaban los ecos que querían repetir mis derrotas; pero esa herida necesitaba una lágrima de tu corazón para lavarla, y no se producía.
La herida queda aún sin cerrar, pero mi pensamiento es tuyo.

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