Hay momentos en que el pensamiento revolotea, y se vuelve tozudo. Una orden dada con anterioridad, de no volver al pasado, la cumple con tenacidad. Hace piruetas en el éter, juega con las nubes, alejándose de las pasiones. Te eleva llevándote de manera vertiginosa hacia el horizonte, donde la incandescencia del sol hace que sientas el roce de sus llamas sobre tu piel. Ora te acuesta en la hierba cual pastor, o te levanta impelido como el perro que azuza las ovejas. Amordaza al corazón, y huye presuroso a mirar el reflejo que la montaña hace en las aguas del lago.
En esos momentos te sientes desprendido del mundo, hasta que una criaturita de forma humana, diminuta, y alada, se descuelga por tu pelo jugueteando con el. Allí te extasías con sus rápidas cabriolas. Te hipnotiza con sus juegos y, tomándote la mano, te hace levantar para seguirla adentrándose en un bosque.
Escondida entre las hojas, hoy salgo de la realidad, para descansar allí, donde a veces, me rapta la fantasía.
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