Debí asustarme cuando, en la nada de mi recuerdo, sentí la vida. Un sueño, aún no soñado, se presentaba con luces en mis ojos.
Reflejos olvidados iban sacudiendo mi memoria. Inservibles para evitar los tropiezos, hacían luz en mí tardíos; pero cada inflexión de ellos me hacia avanzar hacia sueños que parecían inalcanzables.
Sólo se puede vivir lo soñado. ¿Qué pesadillas pudo albergar mi mente para los instantes aciagos? Intuyo que fueron impulsos para esta onírica vivencia en que me encuentro.
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