Los hábitos crean conexiones cerebrales gracias a la plasticidad del cerebro.
Los científicos reconocen que algunos problemas de obesidad se relacionan con un desequilibrio en la química básica cerebral, alteración que denominan síndrome de deficiencia de serotonina, que produce una compulsión por comer cosas dulces y carbohidratos.
Para poder controlar esta ansiedad por ingerir alimentos ricos en azúcares, es necesario mantener el cerebro químicamente equilibrado, porque la causa de estos inevitables deseos es el funcionamiento anormal de la bioquímica del cuerpo.
Una persona puede darse cuenta de que lo que cree que son simples tentaciones es en realidad una verdadera compulsión cuando:
1) Siente que su cuerpo funciona mejor al ingerir cosas dulces en exceso.
2) No puede resistir la tentación de un dulce cuando se lo ofrecen.
3) No puede parar de comer dulces hasta que no quede más nada
4) Comer cosas dulces lo tranquiliza y consuela.
5) Comer un dulce le permite tomar distancia de los problemas
El estrés que producen los hechos traumáticos, como un divorcio, una pérdida, o un trabajo exigente, pueden llevar a una persona a adquirir una adicción a los dulces.
El ritmo de vida acelerado favorece el desequilibrio bioquímico del cerebro y la disminución de neurotransmisores como la serotonina o la dopamina.
La vida sedentaria y el fácil acceso a toda clase de comida poco saludable contribuyen a consolidar estos hábitos dañinos.
Las mujeres son las más propensas a sufrir de este trastorno por cuestiones hormonales, que le pueden producir ansiedad e irritabilidad y el deseo de satisfacer el paladar con algo rico; y en la menopausia, estos síntomas también suelen estar presentes.
Un tratamiento que disminuya los efectos de estos cambios hormonales puede equilibrar la serotonina y favorecer el control de estos hábitos.
La especialista en Medicina Molecular, médica endocrinóloga, Dra. María Alejandra Rodriguez Zia afirma que en estos casos, esta compulsión se puede revertir normalmente sin drogas artificiales y los pacientes pueden lograr tomar el control de lo que comen.
Con sólo un análisis de orina común se puede detectar el nivel de serotonina que es el neurotransmisor que regula el estado de ánimo y la compulsión por los carbohidratos.
Si la serotonina está baja se le proporciona al paciente esa sustancia para compensar su falta.
El tratamiento puede ser diferente para cada persona según los síntomas y el déficit que sufra, para restablecer el equilibrio bioquímico del cuerpo.
La mayor parte de las enfermedades se producen o se desencadenan debido a malos hábitos alimenticios, como por ejemplo, las enfermedades autoinmunes, la hipertensión, la diabetes, la depresión, etc.
Un hábito poco saludable se puede cambiar por otro hábito más sano, incorporando a la dieta alimentos que no producen adicción y descartando los que son adictivos.
La serotonina es un neurotransmisor que tiene múltiples funciones importantes en el sistema nervioso. Además de controlar el peso mediante distintos mecanismos, también interviene en los movimientos de los músculos, el estado de alerta, la actividad mental, el ciclo de sueño, el sentimiento de bienestar, de autoestima, de calma, de seguridad y de confianza.
Su misión es controlar el apetito y la compulsión por los dulces y las harinas y reducir la ansiedad.
Las causas de la disminución de la serotonina es una dieta escasa en nutrientes, el sedentarismo, la predisposición genética y el estrés emocional.
Los síntomas que produce el déficit de serotonina son: depresión, sobrepeso, insomnio, migrañas y fatiga crónica.
Fuente: “Buena Salud”, No. 236; “Hambre de harinas y dulces: cómo controlarlo”.