Los seres humanos perciben el paso del tiempo en forma diferente. A algunos les puede parecer que el tiempo transcurre rápido y a otros despacio; y esto depende de varios factores.
El tiempo cronológico no es el mismo que el tiempo psicológico, porque no se vive de la misma manera una hora en el dentista que el mismo tiempo pasado con alguien que amamos.
Unos pocos minutos pueden parecer una eternidad cuando estamos incómodos y varias horas pueden parecer que pasan volando cuando estamos haciendo algo que nos gusta.
El reloj cronológico nos marca la hora social establecida por convención, sin embargo el tiempo parece no correr siempre igual.
La percepción del tiempo a los niños de corta edad les resulta difícil, les cuesta aprender cuando fue ayer o cuando será mañana o aprender la hora y el calendario.
Saber qué día es hoy o qué mes es, puede ser una pregunta difícil para la persona que padece la enfermedad de Alzheimer.
Durante el día, nuestro cuerpo tiene ritmos biológicos, como el de la vigilia y el sueño, que dependen de nuestro reloj interno, no obstante, la percepción del tiempo varía según las circunstancias y las emociones.
Sin embargo, tenemos la capacidad de calcular la duración del tiempo cuando estamos realizando alguna actividad acostumbrada con bastante precisión, en la mayoría de los casos; y con mucha precisión si por ejemplo practicamos algún deporte competitivo.
Un segundo es el lapso de tiempo más corto del que se puede tener conciencia, pero si es menos de un segundo no se percibe su duración; y para procesar las largas duraciones necesitamos además memoria y atención.
A los animales se los puede entrenar para que calculen las duraciones de tiempo, aunque no se relacionen con sus ritmos biológicos. Los animales realizan otras acciones si saben que tienen que esperar, se dan una vuelta por ahí, husmean, se echan a dormitar, etc.; igual que nosotros, aprovechan el tiempo perdido para hacer otra cosa.
Los seres humanos poseen una buena capacidad para discriminar duraciones de tiempo, pero los resultados no son siempre los mismos, pueden variar y ser menos precisos a veces. Por eso necesitamos un reloj, porque no podemos confiar en nuestras evaluaciones subjetivas.
Hasta donde se sabe, el sentido del tiempo no tiene un órgano específico para procesarlo; sólo es un cálculo estimativo que hace la gente que desea saber lo que dura algo.
Existen algunas teorías que se aventuran a suponer que puede existir en el cerebro un mecanismo biológico con la capacidad de evaluar la duración del tiempo, pero aún no se ha encontrado; y aunque se llegara a descubrir, existen factores que influyen en las estimaciones temporales, como las circunstancias, el contexto, nuestro estado de ánimo; porque la percepción también difiere en función de nuestro estado interno, el cual cambia la velocidad de nuestro reloj interno.
Nuestras fluctuaciones de humor, por causa de emociones como la ira o el miedo también producen fluctuaciones en la estimación del tiempo. A una persona que teme viajar en avión, el viaje le parecerá más largo que a otra que no siente ese miedo.
El estrés produce una aceleración del reloj interno y esto hace que el mundo exterior parezca marchar más lento, en cambio cuando estamos más activos nos parece que el tiempo pasa más rápido.
La percepción del tiempo también cambia por efecto de las drogas; los estimulantes como la cocaína, el éxtasis e incluso la cafeína, que aceleran el sistema nervioso, producen la sensación de que el tiempo afuera pasa más lento.
En cambio el consumo de sustancias que deprimen la actividad cerebral, enlentecen el reloj interno y la persona juzga que la duración del tiempo es más corta.
Al envejecer se tiene la sensación de que el tiempo transcurre más rápido, porque se enlentece la actividad del sistema nervioso, las funciones corporales se vuelven más lentas y además se le presta menos atención al tiempo. Durante la juventud, en cambio, la necesidad de emancipación hace que el paso del tiempo parezca más lento; y el tiempo se subestima cuando estamos entretenidos y se sobreestima cuando nos aburrimos.
En cuanto al pasado, el juicio del tiempo del pasado se basa en la memoria y no se relaciona con el funcionamiento del reloj interno.
Fuente: “Mente y cerebro”; No.51/2012; Sylvie Droit-Volet.